jueves, 7 de agosto de 2014

Día 4 - Tumbes

El desayuno se hizo con algo de sueño pues hoy no existían planes para salir a andar. Bajamos a las 9am, regresamos a las habitaciones a dormir. A las 11:40 me pasaron la voz -En 20 minutos nos sacan de las habitaciones- dijo padre. Me levante a darme un duchazo rápido, guardé todo en la maleta y bajé. Un carro de 3 filas nos llevó desde la puerta del hotel hasta el nuevo alojamiento en Máncora.

En cuestión de 2 hrs nos paseamos por toda la carretera. Por ahí una breve parada en el pueblo para sacar dinero del cajero. Nos quedamos sin efectivo tras los antojos del viaje a la frontera. Llegamos al hotel "Las positas" donde una abeja le picó en la planta del pie a mi madre hace ya varios años. Muertos de hambre nos pedimos varios platos. Mis hermanas ni siquiera quisieron entrar en la piscina a pesar del calor. Cuando por fin llego la comida eran las 4pm.

Mi hermana menor encontró una lupa en la maleta de padre he intentó hacer fuego sin éxito. Le ayudé hasta que comenzó a salir humo del pedazo de tronco seco. Luego mis hermanas avistaron unos caballos y se fueron de paseo por el borde de la playa. Padre les acompañó a pie. Minutos después de su partida, madre y yo nos alistamos para ir tras ellos, corría mucho viento. El borde de la playa parecía infinito, tantas positas de agua entre las rocas, hospedajes al borde de la arena, las huellas de los caballos, la brisa del mar y el sonido relajante de las olas. Lo más extraño era el agua tibia de la posas (y se supone que es mar, debería estar helada). Caminamos y caminamos hasta que la arena comenzaba a levantarse con furia contra nuestras pantorrillas.

De camino nos encontramos con la famila de regreso, mi abuela seguia viendo su novela en la habitación, así que tonteamos un poco más. Al regreso ya todos ibamos a pie, fui por delante y al rato me cuentan que a padre le ha picado una abeja que yacía enterrada entre la arena. Vinagre para la herida y una hamaca para el sueño. Descanzamos unas horas más en el hotel.

A las 8pm, madre sugirió ir al pueblo de Máncora a ver recuerditos y algo de cenar. Mi abuela prefirió quedarse a ver Combate-es-bacán. Los demás acompañamos a la jefa a caminar bajo la luz de la luna. Pues la carretera no estaba iluminada del todo y las escasas mototaxis que pasaban estaban ocupadas. Por ahí uno de esos se detuvo y jaló a mami con mi hermanita mayor. Caminamos otro tramo y subimos a otra moto los 3 restantes. El pueblo era un lugar lleno de luz con varios puestos de comercio y las mototaxis zumbando cada 2x3 en la pista.

En la zona de chucherías compré unos llaveritos y una bici de alambre. Madre se antojó de pareos y toallas, mi hermana consiguió una ropa de baño nueva y una pelota, la menor consiguió unos juguetes para la arena. Luego conseguimos una gran provisión de líquidos (gaseosas y chela) para el día siguiente y un lugar para cenar. Lastima que a solo media cuadra más había una zona de hippies marihuaneros haciendo escándalo con un policía.
-Vamonos de regreso-

Algunas mototaxis tienen puerta o algún trapo que cubre los lados. La que nos tocó, apenas si contaba con un asiento para nosotras y una placa de plástico transparente que evitaba el aire al rostro del conductor. La ruta repleta de piedras, tierra y viento nos obligó a cubrirnos con la nueva toalla de padre. Ya en el hotel nos tumbamos de panza a descanzar en las habitaciones y escuchar el aterrador sonido de un mar agitado.

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